Creo en Dios, el Creador y Sustentador de todo lo creado. Y en Jesucristo, Su Único Hijo, nuestro Salvador, quien se ofreció a sí mismo como sacrificio perfecto y suficiente por los pecados del mundo, pasados, presentes y futuros.
Creo en el Espíritu Santo transformador, restaurador de las criaturas a la imagen de Su Creador, quien tiene el poder de transformar personas, instituciones y naciones.
Creo en la autoridad de las Escrituras en toda materia de fe y conducta.
Creo que la Iglesia existe para hacer discípulos de Jesucristo.
Creo que ser un discípulo de Jesucristo implica vivir conforme a los altos ideales éticos que Él nos enseñó.
Creo que la santidad de vida, la vida separada y agradable a Dios, es la forma de vida que Dios espera de todos sus seguidores.
Creo que el pecado es real e intenta separarnos de Dios.
Creo que hay un enemigo de nuestras almas que pretende separarnos de Dios.
Creo que los cristianos no debemos dejarnos arrastrar por los patrones de vida que la cultura nos quiere imponer.
Creo que debemos ser una Iglesia que predica la doctrina de los apóstoles y la doctrina de la gracia justificadora y santificadora que proclamaron Cristo, Pablo, Lutero y Wesley.
Creo que el triunfo final es de Cristo y de todos los que perseveren hasta el fin sin dejarse corromper ni arrastrar.
Creo que el Reino de Dios es real y su victoria es inminente y está garantizada por la sangre de Cristo.
Creo en el poder del Espíritu Santo y en su capacidad de enseñar, revelar, purificar y guiar. Creo que la Iglesia necesita un Pentecostés.
Creo que un Pentecostés ocurre cuando buscamos a Dios con sinceridad de corazón y practicando disciplinas espirituales como el ayuno, la oración, el escudriñar las Escrituras y la participación en el culto a Dios y en los sacramentos.
Creo que el Espíritu reparte dones espirituales como Él quiere.
Creo que Cristo es el principio y el fin, el Alfa y la Omega, autor y consumador de nuestra fe, Señor de todos y de todo lo creado.
Creo que Dios nos llama a salvar, sanar, transformar, servir, acompañar y consolar.
Creo que como cristianos debemos renunciar a escuchar las voces que nos quieren distraer del cumplimiento de la Gran Comisión.
¡Esa es mi fe y por ella estoy dispuesto a luchar, a vivir y a morir!
